La libertad no llega a Cuba.
- Emisor Queretaro

- 16 abr 2022
- 2 Min. de lectura

La Habana, Cuba 11 de agosto de 2021.- Un mes después de las protestas masivas del 11 de julio, Cuba sigue a la espera de una libertad que no llega. Pese al nítido mensaje de rechazo a la dictadura que miles de cubanos lanzaron en las calles de diferentes lugares del país, en un estallido de indignación popular sin precedentes desde los años del dramático Periodo Especial, el régimen ha redoblado su apuesta por la represión, mientras intenta reformas económicas postergadas durante años para aliviar su asfixia financiera sin que eso abra la puerta a los cambios políticos que teme y que demandan muchos cubanos.
Superado el shock inicial por unas manifestaciones espontáneas que no esperaba, el gobierno se aplicó a lo que mejor sabe hacer, silenciar las voces disidentes. Si los burócratas del Partido Comunista se han mostrado insistentemente incapaces de resucitar una economía anquilosada, han hecho gala de implacable diligencia a la hora de aplastar policialmente a quienes luchan por la democracia.
El 11 de julio no fue una excepción. El presidente Miguel Díaz-Canel no tardó en constatar el fracaso de su intento por emular a Fidel Castro cuando se dirigió a los manifestantes que protestaban en La Habana, en el llamado Maleconazo de 1994. Con el sucesor del castrismo recibiendo insultos en la mayoría de las concentraciones llegó la hora de las temidas “Avispas Negras” de la Policía, fuerzas antidisturbios que se emplearon a fondo en dispersar a los manifestantes.
En paralelo, la señal de internet desaparecía en toda la isla, en lo que según todos los indicios fue un intento del Estado por sabotear la comunicación entre quienes protestaban y sabotear la difusión de sus acciones reivindicativas. Tampoco el trabajo de la prensa resultó más fácil. El fotógrafo español Ramón Espinosa, de la Agencia Associated Press, resultó herido en un forcejeo con los policías que intentaban impedirle que tomara fotografías de las protestas. A otros periodistas les incautaron sus equipos de trabajo.
En los días posteriores, a medida que aumentaba la indignación internacional y en paralelo a los mensajes de condena que llegaban de Estados Unidos, el aparato de seguridad cubano prosiguió su meticulosa tarea de amordazar a los descontentos. Organizaciones como Human Rights Watch y Cubalex, una asociación de juristas pro-derechos civiles, reportaron centenares de detenciones en todo el país. En algunos casos, las familias no eran informadas del paradero de sus seres queridos acusados de participar en las protestas, lo que llevó a la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelete, a reclamar respeto a los derechos de los manifestantes.
La ola de detenciones se cebó especialmente con los jóvenes influyentes de Youtube que, como Dina Stars, arrestada en plena conexión en directo con la cadena española Cuatro, se han convertido en un referente para quienes se rebelan contra el monopolio informativo de los medios estatales y buscan en las redes un resquicio para la libertad de expresión. Destacadas figuras de la oposición, como José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba, o el artista Luis Manuel Otero Alcántara, siguen privados de libertad.

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